extracto del libro “Candombe: fiebre de carnaval” por Diego Bianki
(peqeño editor, Argentina, 2009)


Cuando la chicarra anuncia el calor
con su canto embriagante, las lonjas
empiezan a vibrar.

Mientras los más rezagados
calientan su tambor alrededor del fuego,
un diablito lubolo convida vino y otro
hace de las suyas echando sal en la boca
de los sedientes dormidos.

El sol calienta y la uva madura,
ya es febrero, ya es candombe.
Más que nunca por los barrios,
se hace escuchar.

Los tamborileros pasan tocando
con su bastón de una sola punta,
tacaratá, tacaratá, tacaratá.

El tiempo se detiene, nadie para
de bailar.

La alegría ha sido coronada
Reina de la nueva república
de los Sedientos.

La multitud festeja con sus palmas,
sus caderas y las gargantas rojas
de tanto beber.

Solo se escucha la queja
de una monja que emerge del fuego
echando su maldición por toda
la ciudad.

Bailemos sobre las cenizas del rencor,
es carnaval.

Bebamos y toquemos sin parar,
tacaratá, tacaratá, tacaratá.