María Elina y las fantasías de una mujer sola
Por Daniel Gigena
La Nación Ideas, jueves 22 de septiembre 2016
La reconocida ilustradora de libros para niños y dibujante exhibe en la
galería Mar Dulce obras inspiradas en la crianza de los hijos
Creadora de un universo impar, poblado de seres híbridos, criaturas que
parecen haberse cansado de ser simplemente humanas y encuentran cobijo a la
sombra de flores gigantescas, María Elina (Buenos Aires, 1975) es una artista
de la miniatura y el souvenir. Pero los suyos son souvenirs de
una utopía en proceso, en la que una convivencia entre pájaros, mujeres,
conejos, lobos y niños se vuelve posible. Las miniaturas, escribió Susan Stewart
en El ansia, no están atadas al tiempo histórico. Las imágenes de María
Elina tampoco. No todavía.
Sola, el título
de su nueva muestra en la galería que la representa (Mar Dulce),
se puede leer de diferentes maneras. Por un lado, es una muestra solista, con
23 acuarelas de distintos tamaños (hay una enorme en la vidriera del local).
Por otro, hace referencia a su experiencia como madre y al tiempo en que estuvo
a solas con el bebé recién nacido.
"Comencé esta muestra después del nacimiento de
mi tercer hijo y luego de pensarlo mucho la titulé así -cuenta-. Tardé casi dos
años en producir estas obras, intercalando el trabajo con mis tareas cotidianas
de madre. En ese tiempo, que parece detenido, me sentí realmente muy sola, y me
refiero a que uno transita algo imposible de nombrar y de transferir. Los días
se redujeron a la casa, el patio, las plantas."
"Sola" además es una palabra modesta, de
dos sílabas, que un niño que comienza a hablar podría repetir: mamá, papá,
gato, sola. En las obras de María Elina hay textos: secuencias de una misma
palabra que se enroscan y desarrollan como hiedras (también se puede ver una
acuarela con hojas de hiedra) y que evocan el idioma privado de una madre con
su hijo.
"Estas imágenes son también esas cosas que
observaba como por primera vez todos los días para mostrarle a mi bebé y
contagiarme su asombro -dice María Elina-. Repetir su nombre hasta que el
nombre no es nada y da risa su sonido, gato, flor, la mano, manito, la cara que
se esconde y aparece, la enredadera que planté antes de que él naciera."
El mundo, un refugio
Las obras de María Elina van de lo privado al mundo
exterior en busca de refugio. Es un movimiento osado en los tiempos que corren,
pero quizás necesario. A ese mundo conviene llegar como un ave, como conejo,
como mujer tatuada con flores, con un pájaro enorme desmayado en los brazos, en
un torbellino verbal de canciones de cuna.
Las virtudes de los animales se transmutan en sus
pinturas en cualidades emocionales y ópticas. La timidez de los pájaros se
reemplaza por un aire totémico, casi egipcio; el abrazo con un lobo en el aire
se pliega como un ala; un gato observa el entorno protegido tras una nube
escrita. Del país de los libros ilustrados para niños María Elina volvió con cierto
candor escéptico, una especie de clarividencia sin sentimentalismo.
Marina Yuszczuk señala que María Elina forja un imaginario
femenino apoyado en la experiencia personal. Esa figura, en un sentido
retórico, sin duda está presente en Sola. "Estas imágenes son el
mundo donde decidí guardar esta experiencia para recordarla, porque por alguna
razón muchas de estas cosas, increíblemente, se olvidan", señala.
Las flores son un capítulo aparte en la muestra.
Hibiscus, dalias, úteros con pensamientos y orquídeas, coronas de rosas y
flores silvestres contempladas con atención pueblan las acuarelas y,
curiosamente, "despueblan" las imágenes. En muchas de esas obras no
hay criaturas, ni mixtas ni simples, junto a las flores. Ellas son las
protagonistas exclusivas.
La flor es una instancia central de la historia de las
representaciones visuales: un órgano sexual, el más bello adorno, la imagen de
lo perecedero, de la vanidad, del arte inimitable de la naturaleza (y a su vez
el más imitado), el obsequio de los enamorados y el tributo de la despedida. En
Sola las flores muchas veces están solas en los cuadros, dispuestas a
que se las observe con atención y afecto.
Se puede visitar hasta el
22 de octubre en Galería Mar Dulce, Uriarte 1490.