Preciosa incertidumbre y las criaturas
Por Laura Isola en Perfíl 29 agosto 2015

En la galería Mar Dulce, el artista rosarino Daniel García –el creador de las tapas de la editorial Beatriz Viterbo– expone sus “Pequeñas creaturas”, catorce pinturas que bien podrían pertenecer a un libro infantil: animales pintados con sencillez, en paisajes de horizontes bajos y definidos, en los que la ausencia del ser humano refuerza lo silvestre y el reino de lo natural. Hasta el 10 de octubre. 

En el comienzo de todo, Daniel García creó tapas de libros. Sobre todo, las de la editorial Beatriz Viterbo. No sé si fue el principio de la carrera del artista rosarino, pero hace mucho tiempo que ilustra las colecciones y en esos bocetos está el génesis de Pequeñas creaturas, la muestra que se exhibe en la Galería Mar Dulce.

Son catorce pinturas, acrílicos sobre lienzo y sobre papel de algodón, que bien podrían estar en un libro infantil; esa literatura que nos acostumbra a lo bello pero que, cuando es buena, tiene algo de inquietante. Como los niños que sorprenden y construyen sus propios paraísos. Al menos, los pequeños que jugaban, imaginaban, viajaban a lugares lejanos y exóticos y se convertían en cualquier cosa: en héroes, en monstruos, en animales.

Muchos animales hay en estas obras. Pequeños, pintados con la sencillez de un pintor inmenso como es García, ubicados en paisajes de horizontes bajos y definidos. Los colores son de un cierto naturalismo en una tierra que no se sabe si está esperando que el humano aparezca o ya la ha dejado para siempre. Esa incertidumbre es preciosa. Algo de melancolía en los perros, vitalismo y displicencia en los gatos, mientras los pájaros recuerdan que están ahí desde unos días antes de la semana en la que todo comenzó. La ausencia del hombre, en cualquiera de sus versiones, la primigenia o la apocalíptica, refuerza lo silvestre y el reino de lo natural. Tampoco es una naturaleza desbordante de fantasías y maravillas. Por el contrario, es una presencia acotada, casi como una traza, unas manchas de verdes.

Son creaturas y no criaturas. Esa elección del término más antiguo confiere a la palabra una marca de origen. Como un marsupial, lleva en su propia bolsa la creación y arrastra la etimología hasta nuestra época. Anacrónica, inactual, escribe Daniel García, y que por eso la ha elegido para dar vida a estos cuadros de formato chico.

Vincularse con la invención ab origine es, en primera medida, una tarea del artista. Una creación sin dios: a partir del séptimo día, el del descanso. Sin embargo, García la ha pensado de otra manera. Siguiendo la magnética estela de Aby Warburg, inauguró Nachleben en 2012. Así llamó el historiador del arte hamburgués a la repetición no de lo mismo sino una apertura a la diferencia. A ese repertorio de formas para expresar el movimiento y las pasiones. Definido por el mismo Warburg: “La creación consciente de distancia entre sí mismo y el mundo exterior bien puede considerarse el acto fundacional de la civilización humana”. Las imágenes vuelven a vivir: su supervivencia está garantizada, en el método warburgiano, por estas apariciones de las formas del Pathos. Fantasmas que se disputan el tiempo de la historia y el de la evolución. Será tarea del historiador desandar esos registros civilizatorios, esos productos de la imaginación. Para el artista, el quehacer es otro. Proveer al mundo de imágenes. Lanzarlas a la cinta de Moebius que las transportará a través de los tiempos, dentro y fuera de ellos.