El Mapa de los fetichistas
por Diego Erlan
Revista Ñ

os bibliófilos suelen ser fetichistas del papel: fascinados por el olor, los gramajes, las texturas, coleccionan objetos del pasado, núcleos de arqueología para el futuro cercano. Ral Veroni es uno de ellos. Cada libro de su editorial Urania resulta un objeto único, con pasaje directo al estante de incunables. Por estos días, las paredes de su galería Mar Dulce trasladan al visitante al universo onírico y extravagante de artistas como Decur, Isol, Max Cachimba, María Wernicke y, entre otros, Turdera. Vicente Mario Di Maggio podría ser otro fetichista. Junto a Veroni publicó una edición limitada de trescientos ejemplares de su ensayo El che, el chau y nuestro amor por la ch donde traza un mapa de viajes, intercambios y tensiones que llevaron a investir a la ch como “la reina sonora de nuestra conversación”. Entre el mapuche y los aportes del español del siglo XVI hasta la inmigración italiana y las palabras sumadas por los africanos de lengua kimbundu, yorubá, bantú y asúa se enmarca ese modo tan característico de ser rioplatense. Di Maggio recorre su ensayo con gracia por los diferentes usos y abusos de la consonante, desde el “¡qué hacés che!” hasta el “chau” pasando por el “no seas chambón” (de origen español), “estás chocheando” (yorubá), “es un chiche” (quichua) o la expresión gaucha “mostraste la hilacha”. Entre la ya transitada discusión sobre el origen de la expresión che y el poco estudiado origen del chau, Di Maggio encuentra el núcleo sonoro de nuestro diálogo.