A la deriva, obras de Daniel García
por Daniel Molina
Perfíl edición impresa domingo 12 de mayo del 2013

¿Es posible comunicarse con otra persona? ¿Es posible entender el discurso de otro? Nos pasamos la mayoría del tiempo creyendo que entendemos lo que sucede alrededor nuestro y que emitimos señales que son claramente codificadas. Solo en los momentos críticos comprendemos lo terriblemente difícil que es comunicarnos. ¿Nos comunicamos? ¿Con quién? La vida no tiene sentido. Vamos a la deriva. Flotamos entre las cosas, como un camalote que el río arrastra en la sudestada. La conciencia de la muerte nos obliga a darle sentido al absurdo de haber nacido. Pero aún así, no lo logramos. La muestra Casi boyitas, de Daniel García, ilustra de manera precisa el momento de disolución del sentido. La vida a la deriva.

Con sus obras de pequeño formato, Daniel García logra poner en escena el momento agónico en el que comprendemos que no comprendemos nada. No dibuja ondas de agua fluyente, sino que escribe poemas, textos rítmicos, que acompañan con su repiqueteo insistente lo fluido del persistir en la existencia: somos porque fuimos; permanecemos porque somos tenaces. Más que imágenes del mundo acuático, lo que tenemos frente a nosotros son destellos que nos envía el vacío.

Casi boyitas es una obra que está en relación con otro mundo. Surgió como parte de un proyecto mayor, Paraná R’angá, en el que decenas de artistas y científicos navegaron el Paraná durante casi un mes: vivieron sobre el agua. De aquella epopeya estos apuntes circunstanciales. Apuntes que no terminan de cuajar un sentido definido ni definitivo; no por una falta técnica, sino porque son la demostración palpable de que el sentido completo es imposible: solo nos quedan huellas dispersas de los acontecimientos. Rasgos incongruentes. Restos. Con ese material es con el que elaboramos los recuerdos.
Todo fluye. En el río inmóvil lo que se mueve es lo que pasa flotando. Los peces, las hojas caídas, los cadáveres. Queda la cabeza en alto, sin cuerpo, boyando en la superficie. Fluir es la forma de manifestarse en el mundo acuoso. Somos lo que pasa. Nada permanece. Todo se diluye.

En Casi boyitas, Daniel García recrea un mundo de ondulaciones, de líneas curvas que simulan el fluir infinito del agua. Cada obra es una joya: una acumulación de intensidades sin salida. Una condensación de la energía. En los brillos del agua, en los reflejos difusos de las imágenes, hay cadáveres. Tras los matorrales: hay cadáveres. Bajo el cielo estrellado: hay. Cadáveres.

Sobre el agua se exhibe el mundo y se diluye. Bajo el agua todo tiene otro tiempo y otra densidad. El espacio se espesa. Cada minuto dura un siglo o un segundo: nada tiene la lógica de lo superficial. Hay una dialéctica compleja que emparienta y enfrenta, a la vez, lo que se ve con lo que se esconde. Casi boyitas es un mapa posible, inestable y provisorio, pero no falaz, del sentido. Vemos solo una parte del mundo y con esos signos dispersos debemos reconstruir lo demás. Así es como caminamos por el mundo: casi a ciegas. Pero el “casi” es esencial para entender que no estamos “completamente” enceguecidos. Vemos, pero “casi”.

El río no es río si no se lleva lo que encuentra en sus orillas y si no trae lo que encontró en tierras lejanas. El río comunica. Incluso los cadáveres, lo que muere, lo que no logra perdurar, está allí para ser arrastrado por la corriente. El río se mueve. El río mueve. Comunica. Nos hace comprender que no entendemos nada. Ya es algo. Un fulgor. El reflejo del sol del verano que nos hace entrecerrar los ojos para ver mejor. ¿Es entonces cuando dudamos de todo? ¿Es entonces que logramos comprender algo?

Ficha:
Casi boyitas
Obras de Daniel García
Galería Mar Dulce
Uriarte 1490
De martes a sábados, de 15 a 20 hasta el 22 de junio
Gratis