Revista Debate, por Dolores Curia

"Imágenes de Nunca Jamás"
por Dolores Curia
Revista Debate, sábado 26 noviembre 2011


La Galería Mar Dulce se llama así porque aspira a mostrar un panorama del arte contemporáneo rioplatense exponiendo lo que los artistas hacen del lado argentino y del lado uruguayo del río. Antes, era una casa, por eso conserva mucho de su uso anterior: una chimenea en funcionamiento, una mesita ratona con sillas y una ventana grande que da a un jardín trasero que, casi todo el año, está en flor. Esta espacio de arte, a años luz de la concepción de galería como gran cubo blanco y aséptico, es un emprendimiento familiar que, desde abril del 2010, llevan adelante Linda Neilson -escultora volcada, desde hace años, por completo a la gestión cultural y la curaduría- y su compañero argentino, el artista Ral Veroni. Las obras que exponen son, en general, de pequeño y mediano formato, dibujos, pinturas, esculturas y objetos al alcance de la mano y del bolsillo, con el ojo puesto en aceitar el circuito incipiente de coleccionismo joven.

Esta vez, lo que ocupa las paredes de Mar Dulce es una muestra cuyo nombre se inspiró en el tema musical cincuentoso de The Searchers: Sweet for my sweet II: arte para niños de 0 a 100 años. Es el bis de una idea que debutó con éxito, en este mismo lugar, el año pasado: una convocatoria a ilustradores del mundo editorial infantil, para descubrir de quiénes son las mano detrás de imágenes -en apariencia- “para niños” pero que, muchas veces, terminan encantando a los grandes. Una selección de obras pensadas para chicos y también para el niño interior que encierran dentro sus mayores.

“Soy madre de una nena pequeña. El año pasado estuve buscando objetos y empapelados para de su habitación y todas las opciones que me daban eran imágenes de Disney, de dibujitos animados yankis o cosas por el estilo. Mientras veía todo eso pensaba ‘pero ¿dónde están los artistas de acá?’. Así surgió la idea de armar una muestra especial de fin de año de arte para niños. Yo sabía que detrás de todos esos libros para chicos que a mi hija y a mí nos encantaban había artistas con obras que (después fui descubriendo) no tienen muchas posibilidades de lugares para exponer. Entonces, salí a buscarlos”, cuenta Linda, la curadora de la muestra, mientras rastrea en su cabeza el conjunto de motivos que la llevó a montarla.

Algunos de los convocados han hecho escuela en el campo de la ilustración local durante la última década -como Juan Lima, Eleonora Arroyo, Diego Bianki, Roberto Cubillas y Sergio Langer. Pero también muchos otros son emergentes -artistas, diseñadores o cruzas que boyan entre esas dos disciplinas, y que no seguramente no tardarán en dar que hablar- como María Elina Méndez, Lucía Harari y Bela Abud.

Como en la imaginación y en el juego, en este paseo retrospectivo hacia Nunca Jamás, todo es factible, como en las cabezas poderosas de los niños capaces de hacer posible que un ropero sea, al mismo tiempo y sin contradecirse, una gruta subterránea y una boca de lobo. Entre las obras -pinturas, dibujos, collages, impresiones gicleé con ediciones limitadas y firmadas, fotografías, pinturas en hilo y objetos- parecería haber una temática que, de forma más o menos consciente, se empeña y persiste: niños animalizados y animales personificados. Ya se trate de seres híbridos voladores, nenes y nenas ordinarios premiados con superpoderes o animales-monstruo ocupados en quehaceres humanos, las especies distintas se saludan.

Sweet for my sweet es un viaje en reversa a ese lugar al que jamás podremos volver. Se mueve en esa superficie que comparten -que le da la razón a la teoría de los conjuntos que aprendimos en la escuela- el mundo de los niños y el del sueño. Como si el universo de la ilustración infantil diera vía libre a todos los flashes imaginativos, las ensoñaciones diurnas de los grandes, con paraísos de Lego y castillos en el aire de colores imposibles de encontrar en estado puro en la vida diaria.

La ilustradora, diseñadora de juguetes y experta en stopmotion y origami contemporáneo, Cecilia Alfonso Esteves hace nadar a los pájaros y volar a los peces entre figuras verdes que tanto podrían ser tallos como algas. Cristian Turdera, artista y director de arte del sello argentino Pequeño Editor, construyó un micromundo propio: un parque de fantasías animadas con algo de estética de manga. Con perros que juegan a ser personas, pianos de cola, chinos con mochila, camiones que pueden flotar, toboganes, bebederos y trenes que corren por vías de caramelo. Bela Abud, recientemente seleccionada por el canal Paka-Paka para hacer una animación con uno de sus personajes, dibujó a una nena que sale volando por la ventana colgada de una nube y deja detrás una estela de vapor de tetera. Una escena a medio camino entre la hora de dormir y el desayuno. La manteca y la mermelada marcan la frontera, el traspaso del sueño a la vigilia.

Roberto Cubillas, cuando lo obligan a describir su labor en pocas palabras, sintetiza: “Dibujo niñas muy chiquitas, gatos rojos y chanchos enamorados, entre otras cosas”. Aportó, a Sweet for my sweet, reptiles astronautas, sapos en el espacio y renacuajos que son puros ojos y tentáculos. Ángela Eslava es una artista visual colombiana que adoptó la técnica de la pintura con hilos de los wixárikas, una cultura originaria de México. Con ella le dio forma a un niño felino. Daniel Roldán, profesor titular de la Cátedra de ilustración en la FADU, presentó una nena-libélula que, con varita en mano, cumple deseos ajenos y sobrevuela una ciudad de otro tiempo. También están los murciélagos y batisímbolos de Juan Lima, artista visual y poeta. Un gato que se hace compinche de un canario rey, con un fileteado de Laura Varsky que corona la unión. Un grabado de Sergio Langer que imagina lo que podría resultar del encuentro entre un tiranosaurio rex y Mickey Mouse. Y, también, las tintas e iconografía con calma oriental, de Pablo Cabrera.

Todas estas son formas posibles de abordar ese terreno impreciso y, tantas veces, ninguneado que es el arte para niños, sin tomarle el pelo ni subestimar a quienes se dirige y manteniéndose lejos de lo rosa y lo light. Para Linda, no está del todo claro qué es lo que hace que una obra sea más para un niño que para un adulto: “Tal vez, ciertos motivos temáticos que reaparecen. O quizá determinada paleta de colores pasteles que asociamos, también, con la niñez. Pero ésa es sólo la visión fragmentaria y medio prejuiciosa que podemos llegar a tener los adultos sobre lo que significa hacer arte para niños. El año pasado, por ejemplo, fue sorprendente ver la reacción de los chicos ante las diferentes obras de la exposición. Había de todo pero fue principalmente una serie de obras bastante dark la que causó sensación entre los más chicos. Esas obras sólo eran ‘oscuras’ para nosotros, los grandes, por las referencias culturales que tenemos. Pero a los niños no los asustaban en lo más mínimo.”

Galería Mar Dulce
Uriarte 1490, Buenos Aires
de martes a sábados 15 a 20
hasta el 14 de enero