Diario Perfíl 31.10.10, por Daniel Molina

LO NUEVO DE TULIO DE SAGASTIZABAL
La mente en estado de iluminación
por Daniel Molina

El pintor argentino, nacido en Misiones en 1948, acaba de inaugurar la muestra “Ir y venir”, donde exhiben varias obras que pertenecen a cinco series diferentes, producidas en los últimos seis años. Tanto cuando pinta grandes telas como cuando recurre (como ahora) a las pequeñas dimensiones, De Sagastizábal pinta ideas. Este es el resultado de lo que surgió de esa suerte de “pintura automática” de la que suele resultar todo su trabajo.

Hace cincuenta años murió la pintura; sin embargo (increíblemente) se sigue pintando. Desde el Quattrocento hasta 1960, la pintura fue el eje sobre el que giraron las artes. Herederas de la tradición artesanal de la Edad Media, las artes implicaban destreza manual: se valoraba la pincelada, las marcas individuales que se inscribían sobre la tela. Salvo la escultura (vista como la hermana pobre) todos los demás procedimientos artísticos (el dibujo, el grabado, las acuarelas) eran pensados como meros ensayos o esbozos en el camino hacia la gran obra, que –necesariamente– debía expresarse sobre una gran tela. Hay libros de comienzos del siglo XX –dedicados a las vanguardias, como los de André Lothe, por ejemplo– que todavía se sustentaban en esa tradición.

Hacia 1960, la pintura se murió y surgió el arte contemporáneo. Desde entonces, no es lo manual ni lo artesanal un valor a tener en cuenta en el campo de las artes: es la idea lo que importa. El soporte (y la forma en que se lo trata) es lo de menos. Un dibujo, una instalación, un objeto, una fotografía, un video o lo que fuere (incluso acciones, performances o señalizaciones casi invisibles): todo puede ser arte. Hasta la pintura.

Por eso, algunos grandes artistas todavía siguen pintando. Pero ahora, más que nunca, se ha hecho carne la frase que Leonardo expresó hace siglos: la pintura es una cosa mental. Estoy seguro de que las obras de Tulio de Sagastizábal le hubieran encantado a Leonardo.

Tanto cuando pinta grandes telas como cuando recurre (tal como hace ahora en su muestra Ir y venir) a las pequeñas dimensiones, De Sagastizábal pinta ideas. No se trata de que narre o argumente algo (como hacía la vieja pintura histórica o el arte de denuncia o el que “expresa” cualquier otro “tema”). De Sagastizábal pone en escena el proceso mental del arte: sus vaivenes, sus reflujos, sus perderse en el placer de hacer. El placer de descubrir. El placer de aprender.

Sus formas, sus líneas y sus colores dibujan un mapa (íntimo, infinito) de la mente en estado de iluminación: el momento en el que es posible ver más allá de lo visible.

En Ir y venir, se reúnen varias obras que pertenecen a cinco series diferentes, producidas en los últimos seis años. De Sagastizábal trabaja metódicamente por series. No piensa una obra en sí misma, sino que se lanza a producir un conjunto, siguiendo lo que la pulsión le va dictando.

Y pinta hasta que la pulsión se frena. Lo suyo es una especie de “pintura automática”, así como los surrealistas pregonaban una literatura del inconsciente producida por una “escritura automática”, sobre la que no ejerciera ningún control la razón.

El artista posa el pincel sobre un papel o una tela y se deja llevar. Pequeños círculos aquí, un cuadrado allá, unas líneas paralelas en otra parte: todo un mundo de tensiones va surgiendo.

La potencia visual se sustenta en pares de oposiciones: su pintura equilibra fuerzas enfrentadas, y esa convivencia no las anula sino que las enriquece. En la tensión está su poder; en el equilibrio, su sabiduría.

En las obras de De Sagastizábal parece primar una armonía (una armonía exquisita, hecha de sutilezas y complejidades), pero es una armonía atonal –si se permite el oxímoron. Ningún color, línea o forma es central. La obra en su conjunto es la que genera la melodía, pero ese conjunto está hecho de disonancias, enfrentamientos y también simpatías y enamoramientos formales.

De Sagastizábal es un poeta mudo: su silencio es un homenaje cromático. Su rico espectro visual no se rebaja jamás al lugar común. Su callada luz ilumina la inmensidad de nuestro oscuro deseo.

Ir y venir de Tulio de Sagastizábal
Galería Mar Dulce. Uriarte 1490
hasta el 6 de noviembre
martes a viernes de 15 a 20. Sábados de 11 a 14 y de 15 a 20.
gratis