07/10 Hablando del asunto, por Matías Fernandez

www.hablandodelasunto.com.ar
26/07/2010
Bianki #1/2: candombe y carnaval
Por Matías F.


Esta entrevista con Diego Bianchi -Bianki- tuvo lugar en la Galería Mar Dulce del barrio de Palermo, donde está exponiendo “Candombe lubolo” hasta el día viernes 30 de agosto, una muestra íntimamente relacionada con el libro Candombe. Si bien el motivo de la entrevista fue inicialmente dicho libro, al llegar me di cuenta de que no se podía separar una cosa de la otra, forman parte ambas, de una producción integral.

Charlar con Bianki es conocer a una persona polifacética que sin embargo tiene una sola cara. Es artista plástico, ilustrador, autor, editor y músico pero al hablar lo hace con la calidez que podría tener un amigo. También estaba presente Linda Neilson, dueña de la galería y traductora del libro al inglés, ella aportó sus preguntas que quedaron dentro de lo que terminó siendo más una charla, que una entrevista.

La primera parte, que leemos hoy, está dedicada al libro, al candombe y al carnaval. La segunda, que leeremos mañana, está dedicada específicamente a la editorial Pequeño editor.

***

Te quería preguntar por la bibliografía que propone el libro (Bajtin, Rabelais), no es algo común.

Fue parte del periplo del proyecto. Cuando me metí a trabajar en esto me cautivó toda esta cosa del color y del ritmo que tiene el candombe, la euforia que produce, el contagio en la gente que lo escucha. Para la inauguración logramos que viniera un grupo de tamborileros para tocar. En el Facebook de la galería hay una filmación muy linda.

La bibliografía tiene que ver un poco con indagar en la historia misma del carnaval, no solo del carnaval uruguayo, lo que puede ocurrir acá en Argentina o en cualquier otro país sino de dónde proviene, dónde se origina esta idea de lo pagano y hasta dónde llega. Cómo se entrecruza en ese camino con otras culturas y genera sincretismo y apropiaciones de una cultura para con otra.

Las lecturas de Bajtin me permitieron entender un poco más qué contaba Rabelais en Gargantúa y Pantagruel. Se nutría del sentido popular de las cosas. El tipo circulaba mucho por las ferias, andaba, por lo que cuenta Bajtin, oteando y escuchando lo que la gente hablaba e incorporaba al léxico cotidiano del momento. Vinculaba personajes que tenían que ver con el momento; él les daba con un caño y pasaban a ser personajes grotescos, los ridiculizaba, haciendo de sus textos un verdadero carnaval. Para mi eso fue súper inspirador, básico para que pudiera hacer este libro.

O sea que no hiciste el camino desde la obra hacia la bibliografía sino al revés.

Sí. Empecé siguiendo las comparsas y dibujando atrás de ellas [los cuadernos donde Bianki tomó sus notas]. Ahí me vinculé con la persona que me enseñó a tocar el tambor, que es uno de a quiénes está dedicado el libro y que también es artista, Jorge Carbajal. Es un chico de mi edad, percusionista además de pintor. Nos hicimos grandes amigos. Él era el director de la comparsa, entonces lo seguí un par de veces. Un día me acerqué y le dije “mirá a mí me interesa mucho esto, te quería pedir permiso para ver si podía dibujar mientras ustedes tocan…” y me dijo que sí. Un día me golpeó la espalda y me dijo “bueno, pero ahora tendrías que empezar a tocar el tambor. Si vas a dibujar, si querés involucrarte, ¿por qué no te ponés a tocar?” Yo jamás había empuñado un palillo ni un tambor.

Pero en el carnaval participan todos

Claro, pero vos podés ser de la parte que está fuera del carnaval y disfrutar también, lo que estaba haciendo yo: disfrutaba desde dentro de las comparsas y luego de eso yo hacía mi experiencia dibujando. Pero el hecho de ponerme a tocar me vinculó mucho más, porque yo viajé con ellos, dormí en los lugares donde ellos dormían, orinaba en los árboles donde ellos iban a orinar. Algunos andan orinando, otros andan bebiendo [indica en una de las obras], todas esas lecturas pudieron concretarse en el libro y siendo parte del grupo. No es fácil que la gente se abra para que vos puedas dibujar. De hecho cuando el director de la comparsa me propone que me involucre para tocar, yo fui bastante rechazado.

Hubo como una pequeña interna en ese momento sobre quién era esa persona que andaba anotando cosas mientras ensayaban o en algún viaje… entonces era como un bicho raro. Mientras yo trabajaba hacía esas lecturas que me permitían entender lo que sería el contexto que iba a sostener las imágenes del libro. No sé si está logrado, si se entiende o si alguien puede vincularlo con la obra de Rabelais. Me sorprendió que vino una persona acá a la muestra y dejó acá una anotación [en el libro de visitas] diciendo “¡uh, Rabelais, Rabelais, fantástico!”.

No es solamente la emoción del momento de la música. Son los momentos de espera y de aburrimiento [Participación de Linda]

Son momentos casi íntimos. Ésta escena, por ejemplo [señala una pieza donde diablillos riegan sal sobre los borrachos] está inspirada absolutamente en Rabelais porque el texto dice que había un diablillo “lubolo” que echaba sal en la boca de los sedientos dormidos. Pantagruel es el que andaba echando sal entre los borrachos.

El término “lubolo” hoy y hace ya unos cuantos años trató de explicar la actitud de un grupo de blancos que quisieron empezar a tocar tambor y a desfilar en las comparsas junto a los negros y se pintaron las partes visibles de negro para parecer negros: se pintaban la cara, se ponían guantes y medias. Hoy los tamborileros nos ponemos medias que se sostienen con cintas blancas entrecruzadas. Se ponían alpargatas y se cubrían la cabeza con un sombrero o con un pañuelo, a la vista del público todos eran negros en esa época.

La primera agrupación que hizo ese desfile fue una agrupación fundada por unos comerciantes argentinos. Habían visto en argentina una agrupación que se llamaba “lubola”; hoy es genérico, todas las agrupaciones son lubolas. Eso fue una de las primeras cosas que me llamaron la atención del carnaval en Uruguay. Yo veía que todas las pancartas de las comparsas decían “Agrupación lubola”, no hay no-lubola. Por eso también me gustó que le pongamos “Candombe lubolo” a la muestra, porque es casi una contradicción: la raíz de la palabra candombe es “cosa de negros” o perteneciente a los negros y lubolo es el blanco que se pinta de negro.

***

¿Me contás cómo es la ceremonia de calentar los tambores?

Es algo muy simple, se hace para tensar el cuero del tambor, el parche.

¿Cuánto años dura un parche? [Linda]

Depende del tambor y del que lo toca. A mí el último me duró cerca de tres años, pero duran mucho. También depende de cómo el músico trate a su tambor.

Si vos calentás muy rápido un tambor, si lo apurás, es probable que cuando salgas a tocar y haya mucho frenesí, lo rompas. El parche tiene que calentarse lentamente. Se arma un fuego, por lo general en el cordón de la vereda, nunca al lado de un árbol, en una superficie liberada de cosas. Se arman torniquetes con papel de diarios, se hace una montaña, se enciende fuego y se hace el rodeo de los tambores.

Acto seguido que se enciende el fuego se rodea de manera circular con los tambores a una distancia prudente, no conviene acercarlo mucho. Originalmente había una técnica que utilizaban los negros: frotaban el parche con un ajo mientras calentaban el tambor. Cuando el tamborilero consideraba que ya estaba suficientemente caliente el parche se le daba un escupitajo que, imagino yo, generaba un enfriamiento rápido. El ajo debería estar vinculado como una especie de protección. Aunque hoy eso ya no se usa, yo lo estoy probando y queda más tenso el parche.

***

Qué curioso en una época de fuerte racismo travestirse para ser negro.

Sí, fue súper aceptado eso en Montevideo. Fue festejado al menos por lo que cuentan algunos autores. Uno de ellos es Vicente Rossi, tipógrafo, filólogo y muy interesado por la música, el tango, el candombe y el jazz. En su libro cuenta que fue muy festejado.

También Ortíz Oderigo, que ahora lo han redescubierto en la Universidad de Tres de Febrero. Están editando todo su material poco a poco. Yo, después de hacer este proyecto encontré un libro que me recomendó Calderón, artista de la galería también, me dijo: “conseguí un diccionario de africanismos en el Río de la Plata que es imperdible” y es de Ortíz Oderigo. Él también cuenta esta historia de cuál es la significación y de dónde proviene la palabra “lubolo”. Creo que es el que mejor la cierra, inclusive tiene peleas en su época con Vicente Rossi, dice que es un chanta. Porque Rossi también adjudica la raíz de la palabra tango a una especie de onomatopeya, como si el negro no hubiera sabido decir “tambor” y hubiera dicho /tangó/.

El origen de la palabra “tango” proviene de otro lado. Con “lubolo” hay algo parecido. Los dos van por el mismo camino pero me parece que es más certera la mirada de Ortíz Oderigo que la de Vicente Rossi. Yo no puedo decir que Rossi es una bestia porque me nutrí de sus textos, pero esa palabra, “lubolo”, es parte integrante de este libro y esta muestra.

¿Vos fuiste primero espectador y luego participante o fue una única temporada en que fuiste ambas cosas?

Pasé por todas esas etapas, es un proyecto que empezó en 2004. Éste libro se publicó originalmente en Francia, en una editorial que se llama Rouergue, que está en la parte mediterránea, un lugar que está lleno de campo y vacas. Es una pequeña editorial muy significativa que tomó importancia en Europa porque tenía una propuesta bastante arriesgada de libros ilustrados, literatura infantil y también para adultos. Yo había hecho otros libros con ellos y me ofrecieron publicar en una colección que se llama “tout azimut” que quiere decir algo como “un poco de todo”. Les propuse hacer este trabajo; yo ya había estado para ese entonces como espectador primero y ya me había iniciado como tamborilero. Ahora, en Pequeño editor, años después, logramos sacar la edición en Buenos Aires.

Hay un largo periplo entre una cosa y la otra: participé como espectador al inicio, seguí de atrás a la comparsa dibujando, como espectador pero ya dibujando. Cuando estaba como espectador flipaba, me encantaba. Recién llegaba al Uruguay y me parecía todo bárbaro.

¿Fuiste a Uruguay especialmente para esto o por razones personales?

No, yo me fui a vivir al Uruguay y el candombe me sirvió también para involucrarme con la gente del lugar, a compartir un espacio social, como una cosa de club. Cuando uno va a otro país es difícil integrarse a la gente del lugar. En general uno se junta con otros argentinos pero en Colonia, a pesar de que está tan cerca, también está esa cosa del extranjero. Curioso, porque es un pueblo cosmopolita, con un montón de inmigrantes, hay más de 1200 inmigrantes de varios países, no solo latinoamericanos. Pero así y todo es gente de pueblo y uno sigue siendo extranjero toda la vida aunque vaya y toque candombe. Yo disponía en ese momento de bastante tiempo de ocio que me permitió tomar las clases, dedicarle tiempo a dibujar, inclusive fuera del tiempo dedicado al seguimiento de las comparsas. Estaba muy consustanciado con el tema, tenía tiempo para desarrollarlo y bueno, sirvió en esos dos aspectos, porque no conocía a nadie, tenía tiempo para aprovechar y volcarlo en mi obra; mientras me permitió relacionarme con la gente del lugar.

¿Hay grupos de inmigrantes que van especialmente a disfrutar del carnaval?

De la gente que yo conozco son muchos los que van porque se quieren ir de vacaciones a una playa tranquila y después se topan con el carnaval. Cuando se topan con él ya se organizan para irse de vacaciones en ese momento. Entonces está ese doble disfrute: un lugar tranquilo, bonito y de paso tenés el carnaval. Colonia se dio cuenta de eso y ahora, en enero, hay llamada de carnaval aunque la llamada principal es en Montevideo. Eso nuclea también mucho turismo. No tanto como hay en Brasil, por ejemplo, no hay una explotación tan turística del carnaval uruguayo. Todavía es bastante auténtico, se sigue haciendo siempre en el mismo barrio que es Palermo, un barrio chiquito de callecitas angostas donde la gente saca las sillas a las puertas o se asoma a los balcones. Lo que me pasó a mí al menos o veo que le pasa a mis amigos es que quedamos todos un poco asombrados.

Yo escuché muchos comentarios de la gente viviendo acá que hablan del carnaval diciendo que tenemos algunas comparsas pero no son auténticas. [Participación de Linda]

Bueno, pero es relativo eso. Hay una recuperación de las raíces, hoy justo recibí un correo que no sé cómo me llegó, es de la revista Quilombo, una revista que está en internet y se dedica a la cultura negra. En Salta, ahora, en julio, hay una reunión de candombe, van unas 300 agrupaciones. ¡Es un montón, en Salta! Un día llego allá porque tengo muchos amigos, algunos músicos y me llevan a un bar, estábamos tomando algo y de repente escucho chac-chac-chac, chac-chac, el golpe en la madera. Al principio no me di vuelta porque estaba bebiendo con mis amigos, estaba charlando. Pero me di vuelta y veo siete tipos sobre el escenario tocando candombe. Cuando bajan me entero por mi amigo que los conocía: eran los músicos de la Sinfónica de Salta que habían formado una agrupación de candombe. Se habían conseguido los tambores, eran músicos profesionales, pero curiosos de ésta música.

Es una música que consiguió cierto prestigio en el camino hacia el jazz, desde lo popular.


Sí, en Uruguay no hay músico de jazz que no haya pasado por ese ritmo. Ese espacio se está recuperando poco a poco en Argentina, donde también hubo mucho candombe. Lo que pasa es que acá los negros se murieron con la fiebre amarilla, en la guerra de la Triple Alianza y en el cruce de Los Andes con San Martín. Los pocos que quedaron se fueron murieron, la música quedó como olvidada. Pero ahora, en La Plata, por ejemplo, hay agrupaciones de candombe, en Salta hay agrupaciones de candombe. En Buenos Aires no sé cuántas hay, un montón.

Si algún día alguien se dedicara a producir un poco y aglutinarlas tendríamos algo parecido a lo que ocurría en otras épocas o a lo que está ocurriendo en Montevideo.

Estaba viendo ésta pieza en especial y pensaba en la inversión de los roles en las instituciones. ¿Pudiste sentir esa participación de la comunidad?
Por supuesto que hay gran parte de fantasía en lo que yo volqué en esas imágenes. En una están los jueces y la policía, hablando de esa inversión de roles carnavalescos. Vienen tocando el tambor y se suman en la imagen final. Si bien no vas a ver a un juez que vaya vestido con su toga a tocar, yo he tocado al lado de un policía, que se disfrazó de gramillero, el médico brujo. Esas cosas me parecían muy significativas, más real que lo del carnaval o lo que podía imaginarse el mismo Rabelais. Creo que eso también ocurre porque es un pueblo y porque está todo muy ligado.

Volviendo a tu pregunta: existe ese espíritu, yo lo percibí. Los comerciantes apoyan a las comparsas cuando van a pedirles algún dinero para promocionarse, trasladarse o hacerse los atuendos. El policía baila, alguno sale de algún comercio y agita, grita algo a la gente de la comparsa o se suma. De ahí sale la idea del libro.

Es una de las cosas que me impacto, cómo es parte del inconsciente colectivo. Aunque hay gente que dice que es grasa, groncho, allá se diría “plancha”. Tengo amigos que son de la “high-society” y cuando se enteraron de que toco el tambor dijeron “ah, pero estás re-candombero”.

¿Es una marca?

Sí, es una marca, algo muy popular. Algo que tiene una legibilidad a nivel de pueblo. Ciertos estamentos sociales prefieren estar marginados del pueblo y no mezclarse. Entonces por eso me divertía tomar la imagen de los jueces e involucrarlos tocando con los policías, dejaban todo de lado para meterse también en el carnaval donde estábamos todos.

Lo que tiene como aglutinante más que el color y los desfiles es el propio ritmo, que es hipnótico.

Hiciste el libro, la muestra: ¿el proyecto sigue o acabaste lo que vos querías producir?

Buena pregunta para generarme una duda, porque imágenes hay muchas más de las que se pueden ver en el libro. De hecho, en estos libros pequeños [señala sus diarios, en exhibición] hay un montón de imágenes que no pude volcar en la muestra. Pienso que podría seguir, pero también pienso que tendría que tomar una nueva distancia. Creo que esta muestra permite tener esa nueva distancia y tal vez produzca algún impulso como para seguir haciendo algo más. El 10 de septiembre voy a hacer una muestra en Colonia con parte de este material y otro que no daba para traer acá por cuestiones de tamaño.

Lo que sí me abrió un poco más la curiosidad para seguir trabajando el tema es la propia idea del carnaval. Hay tantos carnavales como pueblos que puedan festejarlos y a la vez ha habido diferentes tipos de sincretismos: no es lo mismo el carnaval que hay en Venecia que el carnaval que tenemos en Uruguay o en el noroeste argentino. Es ahí, en el NOA donde redescubrí el carnaval. A partir de mi curiosidad inicial que se generó por el candombe, ahora redescubrí el carnaval -yo digo “nuestro” carnaval porque estamos en Argentina pero creo que es bastante ajeno a los blancos- y creo que tiene mucha riqueza y potencia como éste, el que generó el ritmo del candombe.

¿En el carnaval también relacionamos arte y vida?

Es el ciclo natural, agradecerle a la naturaleza la abundancia, el agua de los ríos, la lluvia, los frutos, es la época en que nace el ganado.

Este año estuve en Jujuy, Tilcara, Humauaca, toda esa zona y lo pude presenciar por primera vez. Yo no lo había visto acá el carnaval más que por libros, fotos o amigos que me cuentan. Pero me fascinó. Entonces volviendo a tu pregunta, este proyecto me abrió la puerta a un nuevo proyecto que está vinculado por ese hilo conductor que es el carnaval y esa fuente de sincretismo. Del candombe me interesó el ritmo, la música. En el norte lo de la música me parece intrascendente, es un sostén. No es tan auténtica, de hecho las comparsas no tienen música, se contratan músicos profesionales con trompetas, clarinetes, bombos y platillos, son quince o veinte músicos con la diablada que va por delante. La gente ahorra todo el año para hacerse ese disfraz que vale como mil quinientos pesos. Los músicos van tocando y los diablos van correteando y bailando delante de los músicos. La gente va bebiendo todo el tiempo chicha o vino o lo que haya. Es un festejo justamente de la abundancia, un festejo a la vida.

Por último, me llamó la atención la edición con el texto en castellano y en inglés, que se haya editado en Francia también. ¿Tuviste devoluciones de lectores franceses o ingleses?

Bueno, en el comienzo creo que la editorial lo aceptó porque en Francia se consume mucha bibliografía que tenga que ver con la cultura africana. Hay mucha negritud allá. Pienso que el tema pudo entrar en la editorial por ese vínculo de Francia con la cultura negra. Después no tuve mayores referencias, no sé si por la distancia o qué, excepto por lo que me mandaba la editorial que publicaba algún medio que hacía algún comentario sobre el libro y porque causaba alguna curiosidad hablar de un ritmo desconocido, de un país latinoamericano pequeño.

El hecho de que acá estuviera en inglés tiene que ver con acercar a través de la editorial este libro al turismo. La editorial tiene que sostenerse con las ventas. Yo no sé cuánta gente se interesa acá por el candombe o cuánta gente podría disfrutar de este libro, pero sí sé que cuando hay un turista dando vueltas en un lugar quiere llevarse algo que tenga que ver con ese lugar: llevarse un vínculo o poder llevar un regalo y que su pariente lo pueda recibir con alegría, lo pueda entender. Allá lo propusieron los mismos franceses. Fue una buena sugerencia del editor. Además el tipo estuvo copadísimo, se vino al carnaval mientras yo estaba haciendo el laburo así que nos fuimos juntos para Montevideo. Estaba chocho, le encantó y ahí me dijo que tendríamos que poner el texto en castellano.

A mi me quedó eso de los dos idiomas para rescatarlo en nuestra edición pero vinculándolo al turismo. En Argentina hay mucho turismo y el candombe se conoce cada vez más. Entonces me pareció que era una lástima que un turista se llevara el libro y no pudiera leer el texto. No tiene otra razón que esa.

link a la nota original en Hablando del asunto En la nota Bianki #2/2 en la misma página la entrevista sigue, hablando del editorial pequeño editor